Somos esos momentos que nos dejan sin respirar, que nos hacen darnos cuenta de       nuestra pequeñez, pero a la vez nuestra inmensidad.

Porque somos nuestras creencias, pero también las de nuestros antepasados, el imaginario colectivo que de alguna manera nos traza el rumbo, y todo ese eco que resuena en nuestro interior que nos dice cómo es el exterior, lo que está permitido y lo que no.

¿Qué tanto ese imaginario colectivo controla nuestra propia voz? Ojo, ese imaginario es maravilloso para tener un referente sobre el mundo en el que vivimos, que estará condicionado a la época y lugar en el que estemos. Pero aquí la reflexión va a nosotros mismos. ¿Nos limitamos a seguir nuestra propia voz por escuchar esa voz comunitaria? Toda la carga de creencias que no son nuestras pero que tenemos.

 

Deja una respuesta